Carta desde la Misión (9)
La historia de Bubona: la otra cara de la Navidad
del año 2000
Ibamos al batey de Yabacao, en su inmensa
mayoría habitada de haitianos. Es el último de una lista interminable de
bateyes. El acceso por motivo de las incesantes lluvias está imposible. Allí
llegamos de manera fortuita una mañana, estábamos haciendo un pequeño censo
entre los bateyes de alrededor. Repentinamente entramos en una casucha de
aspecto repugnante, sucísima. Había un número grande de niños que chapoteaban en
el lodazal que rodeaba la chabola. Sólo llevaban harapos.
De repente, al asomarnos, allí la vimos, en
el interior de la casucha. Estaba tirada en el suelo, totalmente desnuda. Es la
espantosa historia de una mujer, una madre, una familia que se prepara - como
el resto de la humanidad - a entrar en el año 2000 de la redención (creo que
celebrar no es palabra apropiada en este caso).
Se llama Bubona, tiene 34 años, es madre de
siete niños, es epiléptica. Estaba tirada en el suelo porque había sufrido uno de
sus frecuentes ataques y se había caído en la lumbre y se había abrasado todo
el cuerpo con el fuego y el agua hirviendo de la olla. No sabemos cuanto tiempo
llevaba así. Todo el cuerpo era una llaga viva, se le caía la piel a pedazos,
sufría quemaduras de tercer grado. Sobre todo llamaba la atención los dedos de
una mano, parecía que estaban colgando.
Pedro, uno de los misioneros que está con
nosotros para todo este año la recogió con ayuda de otras voluntarias que le
acompañaban, la envolvieron en una sábana e iniciaron el interminable y
tortuoso camino de regreso, entre charcos de agua, lagunas de lodo, baches
incontables entre un desfiladero estrecho de un mar interminable de caña.
Llegaron con esta pobre mujer al pequeño y
rudimentario hospitalito de Los Llanos, allí, providencialmente estaba el
cirujano que al verla no se lo pensó dos veces y la llevo a la pequeña
habitación donde hace sus operaciones (llamarlo quirófano sería una tomadura de
pelo a tan noble profesión). Le amputó casi todos los dedos de la mano, las
enfermeras le aplicaron curas a las llagas inmensas del resto del cuerpo, allí
quedó internada.
Durante varios días fuimos mañana y tarde a
visitar a Bubona al hospital, pude llevarle la comunión, recibía a Jesús Pan de
Vida con gran alegría, algunas evangelizadoras del pueblo iban a visitarla con
regularidad, socorrían sus necesidades, oraban por ella, se ocupaban de los
siete niños que había dejado Bubona en el batey.
Tan grande fue el cambio de su corazón que
ella empezó a levantarse y a visitar a los demás enfermos de otras
habitaciones. Bubona rezaba hermosísimamente en creol y comenzó un verdadero
apostolado con las demás enfermos haitianos. Con el muñón de los dedos
amputados envueltos en una venda y con las demás heridas y quemaduras del
cuerpo envueltos en gasas iba de cama en cama, rezando con los otros,
animándoles y hablándoles del amor de Dios.
Una mañana, al ir a visitarla descubrimos que
no estaba en el hospital. Preguntamos a las enfermeras y nos dijeron que la
noche anterior había tenido otro ataque de epilepsia y se le había desencajado
la mandíbula. La buscamos por los hospitales de San Pedro de Macorís, hasta que
dimos con ella. Allí estaba, abandonada, supuestamente Adada de alta@, es decir, que nadie hacía nada
por ella. Tenía aun el rostro desfigurado. El muñón sin dedos supuraba, era un
Cristo viviente, era Cristo abandonado. Lo único que pedia era que la llevaran
de vuelta a su repugnante batey, lo único que pedia era estar con sus siete
hijos y su marido. Después de preparar una bolsas de comida para ella y los
niños, allí la llevamos y con el corazón encogido la dejamos de nuevo en su
batey.
Bubona, hermanos sigue allí en el batey de
Yabacao, en un rinconcito perdido entre un inmenso mar de caña. Un pequeño infierno
a las puertas de año 2000 de la redención. Bubona, su marido, sus niños y los
demás haitianos que comparten ese miserable batey, también son hijos de Dios,
también por ellos se ha encarnado el Verbo, Jesucristo, de una Madre Virgen.
También en Yabacao quiere nacer Jesús. )Sería muy diferente la cueva de
Belén, un establo de animales, donde nació por primera vez el Hijo de Dios?
Quizá hoy también Dios Padre escogería la miseria del batey de Yabacao para
hacer venir a su Hijo al mundo.
)Sabéis? Es un honor para mí,
sacerdote, convivir, compartir el dolor, la cruz, el cansancio, las
humillaciones, las enfermedades, las penas, las discriminaciones. Soy su padre,
son mis hijos, les amo con todo el amor de mi corazón. Bubona y todas las
Bubonas de estas tierras son mis hijos. Dios en mí les ama a cada uno de todos.
Decidme )de qué sirve que Dios les ame si ellos no lo saben? Y )cómo pueden creer en este amor
de Dios si no va nadie en nombre de Cristo a dar signos visibles de
credibilidad? Esta, hermanos es la apasionante tarea de la Iglesia, es decir,
vuestra tarea y la mía.
La mayor parte de vosotros nunca tendrá el
privilegio de venir a conocer Yabacao, yo sí tengo ese privilegio, pero de nada
me sirve si vosotros no me ayudáis. Necesitamos urgentemente vuestras oraciones y vuestra ayuda económica. Dad, por favor, con
generosidad que los pobres no pueden esperar a mañana.
Algunas noticias: Alegraos conmigo porque ya está
prácticamente terminada la iglesia de
Gautier que se llama Santa María de
la Misericordia. Alegraos también porque ya hemos comenzado la construcción
de la casa de los misioneros aquí en
San José de Los Llanos. Se llamará Casa Santa María de Galilea. Quiera Dios que
sea la primera de muchas otras Agalileas@, es decir, lugares donde los hombres
nuestros hermanos puedan encontrarse personalmente con Cristo Resucitado. ((Por favor, sed generosos con
vuestros donativos!!
Sin lugar a dudas, el más grande regalo de
Navidad para esta misión es la llegada de Marina Pena, que viene de Toledo como
misionera para estar un año con nosotros. También la llegada de mi familia es
un regalo del todo inmerecido (Gracias Señor!
Os deseamos los pobres y yo la Navidad del
2000 más Santa y Feliz del mundo. Os aseguro que en la Misa de media noche
rezaremos por todos vosotros ante el pesebre y el nacimiento de la misión.
Gracias a quienes tanto nos habéis ayudado a lo largo de todo este tiempo, sin
vosotros yo no hubiese podido nada.
Con mi más cariñosa bendición para todos y
encomendándome a vuestras oraciones.
Padre Christopher
PS Ved
en la siguiente hoja la manera como podéis ayudar económicamente a la misión.